Así lo continúa Gerardo Diego
Yo no me atrevía a mirarte,
pero sin verte notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban de lágrimas.
Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento
y aquel temblor de tu alma.
Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
... Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.